Mexicanos en Canadá. Historias de éxito

A pesar de la repentina decisión del gobierno canadiense de solicitar visa a los mexicanos, ese país mantiene su política de residencia legal y continúa recibiendo inmigrantes de las llamadas “minorías visibles”. Blanca Juárez

  • 2009-08-16 | Milenio Semanal

David Dorenbaum. Médico psiquiatra. Fue director del Hospital for sick children. Actualmente es profesor de la Universidad de Toronto y tiene un consultorio privado. Es un amante de la cultura mexicana. Lleva 27 años viviendo en Canadá
Alejandro supo que formaba parte de una minoría cuando fue aceptado como profesor para impartir clases en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de York en Toronto, Canadá. Su licenciatura en letras hispánicas por la UNAM, una maestría y un doctorado, además de su experiencia como docente, lo ubicaban entre los candidatos ideales para obtener el empleo. “Todo el trámite lo hice por correo; el aspirante envía sus ensayos, calificaciones, publicaciones, todo lo necesario, y hay un comité que lo evalúa, no te preguntan tu raza, género, edad o si tienes alguna discapacidad”, explica, “y esto sucede porque en Canadá vivimos en un contexto donde la multiculturalidad es la regla y acá ni la raza, el género ni la procedencia son factores para considerar”.
Consiguió el trabajo. Cuando tuvo que presentarse para concluir su contratación notó que había una persona que supervisó la entrevista. Al preguntar quién era le dijeron que estaba ahí para verificar que no se le diera un trato discriminatorio por pertenecer a una “minoría visible”. “Yo llevaba seis años viviendo en Montreal y hasta este momento me enteré que formaba parte de una minoría visible”, explica, “ni me hubiera enterado, nunca sentí que me trataran diferente”.
En Canadá conviven más de 200 grupos étnicos denominados “minorías visibles”. “Históricamente ha sido un país de inmigrantes”, explica Alejandro, “pero las oleadas migratorias recientes han sido mucho mayores y toda esa gente se tiene que integrar y participar activamente en el desarrollo del país y de su economía, pero ¿cómo la integras si la rechazas o si generas prejuicios en contra de ella? Lo que hizo el gobierno canadiense fue legislar para que esa gente —incluyéndome— pudiéramos entrar en una estructura. Yo supongo que si hay estas leyes es por algo, tal vez había una predisposición negativa hacia los inmigrantes, no lo sé, yo no me siento discriminado, nunca lo he sentido en nueve años que tengo aquí”.
El concepto “visibilidad” es una categoría demográfica utilizada a partir de las reformas a la ley de inmigración de los años sesenta, aunque el término “minoría visible” se utilizó a partir de 1982 en la Carta Canadiense de los Derechos y la Libertad (Canadian Charter of Rights and Freedom) y fue incluido en 1986 en el Acta de Equidad de Empleo Canadiense (Canadian Employment Equity Act). Se refiere a “aquellas personas aparte de los aborígenes, que no son de raza blanca o que no tienen la piel blanca”. Los grupos en que clasifican a estas minorías son: negro, asiático del sur, chino, coreano, japonés, asiático del sudeste, asiático filipino, árabe del oeste y latinoamericano.
David Dorenbaum es un siquiatra respetado entre la comunidad médica de Toronto. Llegó a Canadá en el año en que se publicó la Carta Canadiense de los Derechos y la Libertad. Había terminado la carrera de medicina en la UNAM con mención honorífica. Un médico amigo suyo lo invitó a conocer su país y le comentó sobre la posibilidad de continuar allá con sus estudios. “Yo venía por un año y ya llevo aquí 27, acabo de cruzar esa frontera del tiempo en la cual cumplí más años viviendo acá que en mi país”. Estudió pediatría, siquiatría y sicoanálisis para poder trabajar con adolescentes con enfermedades siquiátricas. “Por mucho tiempo fui jefe de un servicio hospitalario muy grande, el Hospital de Niños de Toronto, y ahora sigo trabajando como profesor en la Universidad además de mi práctica privada donde veo a mis pacientes”. Dorenbaum recuerda que en la época cuando llegó había pocos inmigrantes en comparación con los que hay ahora.
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Alejandro Zamora es doctor en letras hispánicas, escritor y profesor en la Universidad de York. Vivió seis años en Montreal y lleva dos años en Toronto
En 2008 el gobierno canadiense dio a conocer las cifras del censo realizado en 2006. Su población total era de 31.6 millones de los cuales 6.2 millones (17 por ciento) eran inmigrantes procedentes de distintas regiones del mundo. No todos son considerados minorías visibles; algunos, por ser descendientes de caucásicos o personas de raza blanca como los ingleses, italianos, estadunidenses, alemanes o polacos, entre otros, no se les ubica dentro de este grupo y por lo tanto la cifra de minorías visibles se reduce a cinco millones.
Las dos mayorías dentro de esta minoría, de acuerdo con información de Statistics Canada, la ocuparon los sudasiáticos o indopaquistaníes (24.9 por ciento) y los chinos (24 por ciento), seguidos por los negros procedentes de países del Caribe y África (15.5 por ciento), los filipinos (8.1 por ciento), los latinoamericanos (seis por ciento), los árabes (5.2 por ciento) y los originarios del sudeste asiático como Vietnam, Kampuchea, Laos y Malasia, entre otros, que representaban 4.7 por ciento. En los últimos lugares estuvieron los asiáticos del oeste (3.1 por ciento), los coreanos (2.8 por ciento) y los japoneses (2.8 por ciento).
Hasta entonces los latinoamericanos ocupaban el quinto lugar como inmigrantes y sumaban un total de 304 mil 325, de los cuales sólo 16.3 por ciento, es decir, 49 mil 925, eran de origen mexicano, y si bien fueron el grupo más numeroso de latinoamericanos, no llegaban a uno por ciento del total (0.81 por ciento) y ocupaban el lugar número 28 en la tabla de inmigrantes. Pero estimaciones extraoficiales de organizaciones de apoyo a inmigrantes han señalado que es un número conservador, ya que en realidad el total de mexicanos en la actualidad asciende a 80 mil, de los cuales 22 mil viven en Toronto, considerada la ciudad con más mexicanos en Canadá y donde a pesar de la cantidad, no existe una colonia o barrio mexicanos como sí tienen los chinos, árabes, griegos o indios. Si esta información se confirmara, los mexicanos ocuparían el lugar número 20 en la tabla y representarían 1.29 por ciento del total de inmigrantes.
Estas cifras no son disparatadas. El 23 de junio de 2009 la oficina del censo canadiense emitió un comunicado con nuevos números: la población total ascendía ya a 33.6 millones, un incremento de dos millones en tres años. Si su tasa de natalidad es de 10.6 por cada mil habitantes, 50 por ciento de esa nueva población corresponde a niños que nacieron en este periodo y el otro millón son personas recién llegadas, por lo tanto, la cifra total de inmigrantes sumaría ahora 7.2 millones, lo que representa 21.4 por ciento del total de la población. En estas estimaciones Statistic Canada no desglosa a los inmigrantes por país, aunque las cifras extraoficiales calculan que se llegó a cerca de 30 mil mexicanos en este periodo.
Salvador Alanís es escritor y empresario, llegó hace dos años a Toronto y fundó una empresa de comunicación, mercadotecnia y relaciones públicas. Tiene clientes en Canadá, México y Estados Unidos y en su opinión los mexicanos no se agrupan porque no ha sido necesario, “la migración a Canadá es muy diferente de la que hay hacia Estados Unidos, la mayoría de mexicanos que venimos aquí somos profesionistas, tenemos un permiso de trabajo porque no es fácil llegar y trabajar sin permiso y no ha sido necesario agruparnos, sí nos reunimos y nos conocemos pero cada quien está por su lado”. En Toronto hay investigadores, profesores, asesores financieros, artistas, científicos, profesionistas en todos los ámbitos y todos trabajan, tienen su propia empresa o son estudiantes.
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Celina Gutiérrez es mercadóloga. Dirige su propia empresa de distribución de libros en español para niños. Tiene cinco años viviendo en Toronto
Alanís decidió vivir en Canadá porque quería darle un giro a su vida. Tramitó su permiso para trabajar a mediados de 2000. El trámite duró ocho meses. Fue y vino a Toronto en diferentes ocasiones, hasta que en 2007 emigró con su esposa y dos hijos. “La razón por la que escogí venirme a Canadá y no a otro país fue porque aquí el proceso de migración es muy claro”, explica Alanís, “tienen un sistema de puntos en los que calificas de acuerdo a los estudios profesionales que tengas y la experiencia laboral y nosotros no tuvimos ningún problema, ellos buscan profesionistas calificados y están en todo su derecho”.
El sistema de puntos al que se refiere Salvador fue elaborado por la Comisión de Inmigración Canadiense y su objetivo es examinar la capacidad del solicitante para lograr su integración y adaptación. Está basado en las necesidades del mercado laboral y pone énfasis en la ocupación, educación, entrenamiento, edad y el dominio del inglés y francés. Se otorgan puntos adicionales por las competencias del cónyuge (o pareja de derecho común) y para quien cuente con familiares que sean ciudadanos canadienses o residentes permanentes. El mínimo requerido para obtener la entrada es de 67 puntos y el máximo es de 100. También hay permisos para estudiar, aunque la mayoría de los mexicanos que se van por este motivo deciden quedarse a vivir allá.
Sabrina Priego llegó a Quebec en 2000. Ella vivía en Sinaloa con su esposo y dos hijos. Era maestra de francés y consiguió una beca para perfeccionar la enseñanza de este idioma como lengua extranjera en la Universidad Laval de Quebec. Tramitó las visas de estudiante para ella y sus hijos. Su esposo obtuvo un permiso de visitante que después cambió por un permiso de trabajo. Emprendieron el viaje y llevan ya nueve años viviendo en Quebec. “Es una bella ciudad, tranquila, limpia, con bellos paisajes”, dice Sabrina, “valoramos las ventajas que este país nos brinda, ahora a mi hijo y a nosotros dos como pareja, pues nuestra hija mayor se regresó hace dos años a México. Te vas haciendo de tus cosas, de la rutina diaria y además, después de tantos años, nos encontramos con que volver a México significaría volver a empezar, y a los cuarenta esto cuesta más trabajo”.
Sabrina terminó su maestría y doctorado. Ahora trabaja como auxiliar de enseñanza e investigación e imparte clases en la Universidad Laval y en la de Quebec. Ella y su familia obtuvieron su residencia permanente en 2002 y la ciudadanía en 2006. Ser residente le permitió obtener una beca para cursar su doctorado en un programa donde no pueden concursar los estudiantes extranjeros. Ahora tienen todos los beneficios que les da ser ciudadanos como acceder a los mismos trabajos y viajar a Estados Unidos sin visa.
Alejandro, Salvador, David y Sabrina viven bien y se sienten contentos de su situación. Todos llegaron a Canadá mucho antes de que el gobierno de ese país impusiera la visa como requisito para ingresar. Todos ellos —en su momento— viajaron con permiso para trabajar o con visa de estudiante y no tuvieron ningún problema. David Dorenbaum considera que su proceso de migración “fue una situación privilegiada”.
La migración de mexicanos a Canadá se incrementó de forma considerable a partir de 2001. Las estadísticas oficiales muestran que durante el periodo 1991 a 1995 llegaron cinco mil 965 mexicanos. De 1996 a 2000 fueron ocho mil 485. Sin embargo de 2001 a 2006 el numero se duplicó a 16 mil 520 2mexicanos y aunque al día de hoy no hay cifras oficiales del periodo 2006-2008, la tendencia es a la alza. “La crisis económica que está viviendo México, pero sobre todo la crisis de violencia, han sido factores determinantes en esa oleada migratoria”, opina Sabrina Priego. “Cada vez son más los mexicanos que tratan de irse de México y como Estados Unidos ha endurecido sus reglas y está saturado, vienen acá huyendo de la pobreza”.
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Jesús Mora. Artista plástico. Estudió mercadotecnia pero una de sus pasiones fue viajar hasta que llegó a Canadá y se reencontró con el arte. De 2002 a la fecha su obra se ha expuesto en diferentes países de América y Europa. Ha vivido en Canadá por dos décadas
El motivo que dio Jason Kenney, ministro de Ciudadanía, Inmigración y Multiculturalismo para aplicar esta medida fue que las solicitudes de refugio se habían triplicado a partir de 2005, pero el problema no era el número sino que 89 por ciento de ellas eran falsas. Dorenbaum ha recibido llamadas de mexicanos que van a solicitar o han solicitado refugio y que necesitan documentación siquiátrica porque fueron traumatizados por torturas por el narcotráfico. “Muchos de ellos tienen historias dudosas y uno no sabe a ciencia cierta si realmente están del lado de las víctimas o del lado de los agresores”, comenta. “A mí eso me enoja muchísimo porque esas personas están perjudicando a los refugiados que realmente necesitan el apoyo, quienes sí necesitan esos espacios y esas consideraciones. Entre ellos hay gente con mucho dinero que está tratando de comprar su entrada, yo tengo mucho desdén por ellos, a lo mejor soy de un juicio muy estricto, muy rígido, pero a mí me molesta mucho que a la gente realmente necesitada, aquella que no puede pagarle a un siquiatra, es a la que le están cerrando las fronteras”.
La prensa canadiense ha destacado tanto la guerra contra el narcotráfico que hay en México, que de 2006 a la fecha la paranoia de pensar que entre la oleada migratoria estén llegando delincuentes ha puesto a los ciudadanos de ese país en una situación de miedo. “Buscan tener un control de la entrada de mexicanos porque no quieren que se cuelen los narcos, se ha creado un mito —o una realidad tal vez— de que Canadá, sobre todo el área de Vancouver, se ha convertido en un potencial nido de expansión para el narcotráfico”, opina Dorenbaum. “Cuando yo llegué en los años ochenta México era un país tremendamente querido, el corazón de los canadienses estaba abierto para los mexicanos, pero esto ha cambiado de manera radical, se han convertido en amenaza, en potencial riesgo y eso me duele muchísimo porque yo me considero un embajador de mi país, quiero que la gente vaya a México, que le tengan cariño, que conozcan su historia y que tengan contacto con el México contemporáneo que es tan rico”.
Salvador Alanís considera que los reportajes publicados en la prensa canadiense afectan la imagen de los mexicanos que viven y trabajan en Canadá. “Algunos amigos y yo hemos enviado cartas al diario The Globe and Mail solicitando que no generalicen; no sabemos si ha servido de mucho”.
Liliana llegó a Toronto en marzo de 2009. Terminó la carrera de Literatura Hispana en la Universidad Autónoma del Estado de Morelos. Trabajó un tiempo como asistente editorial pero el sueldo era poco. Decidió buscar nuevas oportunidades, quería estudiar inglés y una maestría en Toronto “pero cada vez se complica más la situación”, dice. Ella entró a territorio canadiense con un permiso para estudiar inglés. Lo puede renovar cada vez que se termine, sin embargo, a pesar de que vive en casa de su hermana, tiene que trabajar, pues no cuenta con una beca para financiar sus estudios. “Aquí es donde se complica el asunto”, dice Liliana, “porque para que me den un permiso para trabajar debo primero solicitar mi residencia, ahora sólo me darían trabajo como profesionista pero yo no habló bien inglés. De todas formas no pienso regresar, todavía no sé bien cómo arreglar mi situación pero lo haré”.
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Fabiola Sicard es contadora con grado de maestría. Es la Coordinadora del área de Mercados internacionales asociados latinoamericanos. Vive en Canadá desde hace cuatro años
Liliana tiene 26 años y ya consiguió “trabajo por efectivo”, una modalidad ilegal para quienes no tienen permiso. Le pagan menos del mínimo por medio tiempo pero aún así gana cuatro veces más de lo que ganaba en México en un trabajo de tiempo completo. “El país es muy bonito y hay muchas oportunidades. Hay una biblioteca casi en cada esquina, en donde quiera que estés tienes una biblioteca cerca. Mi plan es solicitar ser residente porque al serlo te cambia el panorama, tienes seguro de salud y muchísimas ventajas, como por ejemplo estudiar con becas y trabajar con salarios dignos. Yo me quiero quedar y estudiar mi maestría, sin embargo las cosas no están fáciles ahora para los mexicanos, al menos aquí en Toronto”.
Carlos Pujalte, cónsul general de México en Toronto, dice que los mexicanos que llegaron antes que se tomara esta medida no tienen porqué tener problema, “mientras cuenten con permiso de estancia no se requiere visa”. A las personas que llegan a Canadá les ponen un sello en su pasaporte que indica que se les autorizó su estancia por seis meses”. Lo que ahora deben hacer es “extender el permiso o cambiar su situación migratoria antes de su vencimiento; mientras no salgan de Canadá y se encuentren con permiso de estancia no deben tener problema. Igualmente, los que se encuentran con permiso de trabajo, que antes no requerían visa, no deben preocuparse mientras su permiso esté vigente y no salgan de Canadá. Cuando salgan por cualquier motivo requerirán visa para reingresar”.
Desde el 13 de julio, día en que se dio a conocer la decisión del gobierno de Canadá respecto a las visas, Liliana ha sentido que el trato hacia ella ha cambiado. “La gente con la que convivo, incluso los propios mexicanos me dicen ’se lo merecen por mentirosos’, pero yo no lo creo, no me parece justo que por lo que pasó califiquen de mentirosa a toda una nación. Siento feo, porque aquella imagen de que los mexicanos éramos los más trabajadores se está diluyendo por la actitud de unos cuantos”. 


*Las fotografías que acompañan este reportaje forman parte del proyecto documental Del nopal al maple, identidades en intersección del fotógrafo mexicano Federico Gama, y fueron realizadas en mayo pasado en el marco de su nominación al Grange Prize 2009 por la Art Gallery of Ontario.



Los Productos Orgánicos Ganan Mercado

  • Por Blanca Juárez 
    CNN Expansión, 18 de Diciembre de 2007 
Hace seis años, cuando Pablo Muñoz-Ledo abrió en el DF la primera tienda de productos orgánicos Aires de Campo, mucha gente sólo entraba, veía la mercancía, leía las etiquetas y salía sin comprar. "Era como en el museo, si algo les gustaba lo contemplaban, pero luego se iban", recuerda.

Desde entonces, el cultivo de productos orgánicos, que no utiliza fertilizantes ni pesticidas químicos y ofrece mejores precios a los agricultores, ha aumentado de manera significativa, aunque ampliar el mercado es todavía un reto.

En 2001 había 103,000 hectáreas en México dedicadas a estos cultivos y de esa superficie dos terceras partes se destinaron al cultivo de café, apuntan datos de la Universidad de Chapingo. 95% de la producción se exportó y la derrama económica fue de 34.2 millones de dólares (mdd).

Cuatro años después, el área de cultivos orgánicos casi se triplicó y había 83,000 productores. La mitad de la producción era de hierbas aromáticas y medicinales, hortalizas, cacao y frutas, y 15% de la producción se consumía en el país. El negocio valía 270 mdd.

En México, existen alrededor de 140 tiendas especializadas en productos orgánicos, según Vinculando, organización que promueve el desarrollo sustentable, el comercio justo y el consumo responsable en América Latina. Los estados con más tiendas son el DF, el Estado de México, Morelos, Querétaro y Puebla.

Quienes venden productos orgánicos tienen diferentes visiones del negocio y enfrentan dificultades para crecer.

Algunos prefieren operar en pequeña escala, como Bensi Levy, empresario venezolano del ramo del vestido, que incursionó en la producción y venta de productos orgánicos.

Levy compró un pequeño rancho en Morelos y se dio cuenta de que los productores de orgánicos tenían dificultades para colocar su cosecha: no tenían gente capacitada y se enfrentaban al 'coyotaje' en las centrales de abasto.

En 2002, Levy abrió The Green Corner, una tienda-restaurante en la colonia Condesa del DF, para dar salida comercial a la producción de orgánicos. Ahora cuenta con cuatro sucursales, aunque después de cinco años opera con pérdidas. Su expansión ha sido subsidiada por otros negocios de Levy,

"Cada semana llegan decenas de personas que nos quieren comprar las tiendas o convertirlas en franquicia pero yo no quiero eso, ésa no fue la idea original", comenta Levy.

Otras empresas siguen modelos diferentes. Aires de Campo, la principal comercializadora de productos orgánicos, adoptó estrategias de mercadotecnia y experimentó con el esquema de franquicias.

"Empezamos a empacar y envasar con una marca que generara confianza y que incluyera la certificación", dice Guadalupe Latapí, socia de la firma. En 2002 abrió su segunda tienda, Biocentro. Luego abrió ocho franquicias, pero, según Latapí, "fue un desastre".

Después, Wal-Mart les solicitó productos para una marca propia (Vía Verde) que se vende en Superama, Sam's y Wal-Mart. Posteriormente, Aires de Campo entró a Comercial Mexicana, Chedraui, Soriana, Costco, El Palacio de Hierro y Liverpool. Existen diferencias sobre el alcance del mercado de productos orgánicos, que llegan a ser 30% más caros que los convencionales y son considerados alimentos gourmet.

"No son para masas", asegura Latapí. "La gente que los compra toma en cuenta la calidad más que el precio y, regularmente, son personas de clase media y media alta".

Pero no todos piensan igual. Rita Schwentesius, investigadora de la Universidad de Chapingo, dice que los productos orgánicos deben ser accesibles a todos. Con esta premisa, surgió, en 2004, la Red Mexicana de Tianguis y Mercados Orgánicos, iniciativa de un grupo de la universidad. Cada fin de semana se instalan 13 tianguis en nueve estados.

Muñoz-Ledo, considerado el pionero en el retail orgánico, redujo su participación en Aires de Campo en 2005 y se desligó de ella. Pero creó Bionexos, que agrupa a varias organizaciones de productos orgánicos y otros rubros.